miércoles, 8 de febrero de 2012

Dafne;

Tenía una mirada azul y penetrante, su pelo rojo y lacio le caía a ambos lados de su preciosa cara llena de pecas, siempre había odiado esas pecas....
No se relacionaba mucho, le daba algo de miedo  la gente, siempre se ponía nerviosa cuando hablaba con alguien.
Mantenía un bajo concepto de ella; creía que si le acobardaba hablar con la gente que le rodeaba no podría estar nunca ahí cuando de verdad tuviera problemas, de ahí que no le gustara tener amistades, estaba mejor sola. Era mejor para ella y para el resto del mundo.
Sí, era una chica solitaria y tímida, era feliz con unos cuantos libros y una taza de té, su mundo era diferente al de todos los que le rodeaban, ella tenía su propia cúpula de cristal, con su reino lleno de fantasía, no le hacía falta nada más.
No era como el resto de chicas de su edad, no le gustaba la moda, ni salir con chicos, pero sí los largos paseos por la naturaleza y la fotografía... El arte le apasionaba. Quizá fuera porque provenía no de una familia cualquiera, sino de una familia de artistas. Su madre, bailarina, había muerto cuando ella era una niña y su padre, desquiciado por la muerte de su querida esposa terminó por autodestruirse, de modo que ella vivía con sus abuelos.
No recordaba mucho de su madre, y su padre había terminado por serle indiferente, se había inmunizado, no quería saber nada de él, sabía que lo había pasado mal con la muerte de su madre, pero en vez de seguir hacia adelante por su hija se había dado a la mala vida y eso nunca se lo perdonaría....Bueno tal vez no le resultara tan indiferente, pero aún así no quería saber nada de él, cada vez que aparecía era como si un terremoto sacudiera su vida entera y la pusiera pata arriba.
Aquella tarde estaba mirando por la ventana, llovía y las gotas golpeaban el cristal con fuerza, yo estaba allí con ella, era preciosa...
-Eliot- me dijo de repente- hace mucho tiempo que no salimos a pasear.
-Lo sé, acabamos de terminar los exámenes, es normal- dije limpiando la lente de mi cámara.

Le miré un instante, me miraba fijamente, como si esperase que yo le dijera algo más.

-Quédate quieta- le pedí.

Ella obedeció. Cogí mi cámara y la enfoqué, disparé.


-MAB

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