Eres como la Luna, levantas mis mareas.
Me revuelves y me creces, me atraes y me dejas insomne; mirando al vacío para no deslumbrame. Y mientras, poco a poco te marchas, y me vas dejando de rodillas, sobre mis penas, sin que me respondan las piernas, como si cada grano de arena fuese un dolor que punza cual cristal.
A veces pienso que me quitas la energía y la guardas toda en ese deslumbrante cuarto menguante que me gusta tanto.
A veces pienso que te gusta verme sobre mis penas en lugar de sobre tus piernas... Pero entonces me agarras, y me deslumbras y me revuelves. Y me pones sobre ellas. Y se me olvida el cielo, se me olvida la tierra, la arena y sus penas afiladas...
Y sólo veo las comisuras de tu boca, y ese cuarto menguante que me deslumbró.
Y sólo siento tu magnetismo. Sólo necesito tu respiración.
Eres como la Luna, levantas mis mareas.
Y cuando la noche acaba, vuelvo a mis maneras, mientras te veo marchar. El cauce se restaura y mis aguas se apaciguan. Y me vuelvo fría y anodina, esperando de rodillas a que vuelvas a levantarme la falda; a que vuelva la marea alta.
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