jueves, 23 de agosto de 2012

Tinta y sangre.

Aquí estamos, dos apasionadas del arte, intentando haceros llegar un trocito de nosotras mismas. Todo esto empezó hace un tiempo, poco después de publicar mi entrada "Hay que fomentar el arte", una querida amiga decidió proponerme algo que me apasionó bastante, un intercambio de relatos. He de decir que Naza es una de las bloggers que más me llenan, su blog ( http://laviejauruguaya.blogspot.com/ ) es realmente un reflejo de toda su creatividad, la cual exhuma por todos los poros. Total, que al lío nos pusimos y esto fue tomando forma. He de decir que, si ya mi ilusión y mi pasión por el proyecto era bastante fuerte, cuando Nazareth me envió el relato que vais a tener el gran placer de leer tras estas líneas, no pudo hacer otra cosa más que dejarme patidifusa, era tan espléndido y apabullante, tan apasionado y sentido... Ella es una artista de los pies a la cabeza, y es capaz de expresar con palabras cosas que llegan al alma y despiertan el gusto por la lectura de cualquier persona que esté en sus cabales (o sin ellos). Al fin y al cabo, la escritura es sentir y ella eso lo hace como nadie. Por eso, queridos lectores, os recomiendo encarecidamente que prestéis atención al siguiente texto, no os decepcionará en absoluto. Así pues, os dejo a solas con las palabras de mi amiga Nazareth Ledo .

Mab.


Lola.

Lola acunaba versos y bailaba en tempestades de tinta. Ninfómana de letras que le hacían el amor cada noche soñaba con que los versos se tornaran carne y las manos, cálidas, de un hombre acariciaran su alma. Sus costillas de madera , como las de su guitarra, fiel compañera de esas noches de licor, eran un turbio paisaje lunar.
Repasaba una y otra vez sus labios con carmín. Asesinaba la melancolía a base de cigarillos mientras esperaba en el café de la esquina. Tarde tras tarde, recostada en la vieja silla tapizada de recuerdos. Hacía años que se marchó y se sentía sola. ¡Pobre Lola! murmuraba la camarera a los clientes, y es que con veinte y pocos años parecía tan anciana. 

El pasado la envenena, la enfurece. Hace dos años que estaba sentada frente a él. Recuerda sus palabras perfectamente, incluso recuerda el número de veces que le susurró que no llorase. Su pelo cobrizo bailaba al son del ventilador, era agosto. Todo vino por el golpe del 36 en España. Él enseguida se alistó y marchó con el resto de aliados. Ella , que no podía vivir sin él, se quedó sola en la ciudad de Leningrado.

Lola llegó a ser maestra, pero jamás se volvió a enamorar. Recordaba a veces, y solo a veces, la primera vez que le hizo el amor, poco antes de que él se marchase. Recordaba sus ojos azules clavados en su cuerpo. O cuando le revolvía la falda para que ella le hiciera carantoñas. Empezó a escribir, presa del miedo a olvidarlo, todo los años que pasó con él. Versos, estrofas y relatos. Lola consiguió tener gran público en el café, convirtiéndose en una reconocida poetisa de la ciudad.
Comenzaban las patas de gallo a brotar de su piel cuando conoció a otro hombre. Hacía olvidar los ojos azules de Dima con cada gemido que le arrancaba de sus españoles pulmones. Pero no la enamoró, no podía llenar el vacío frío de las manos infinitas de Dima, de sus besos con sabor a vodka.
 Y así pasaron los años, los lustros, las décadas. Acompañada de ese hombre que la quería de verdad, aunque sabía que él no era el hombre de sus relatos. Tardó bastante en abandonarla, hasta que un cáncer se lo llevó.

Ya habían caído para ella las esperanzas. Ahora había niños pidiendo en la calle a señoras que paseaban repletas de joyas. Ellas las veía por el cristal del café y revoloteaba en sus viejos huesos, indignada. Hacía ya tres años que había caído la URSS y ella llevaba cincuenta y ocho años muerta.Encendió el que probablemente fuera su último cigarrillo cuando miró a través del cristal. Lo vio. Lo vio cruzar la calle con sus ojos azules y su cara de niño. Con la camisa a cuadros y su pelo cobrizo debajo de la gorra que le regaló. ¡Dima! ¡Dima! Comenzó a gritar mientras la gente del café la miraba. 
Quizás fue la edad, los años no perdonan, o que su corazón no aguantó el frenesí de retratarlo como el día en que se despidió. Pero Lola se fue, se fue con el nombre de Dima en los labios y con su cara en la retina. Se fue sabiendo que él la amó, la amó hasta que un bala se llevó su vida hacia un mundo mejor, quizás. Se fue sabiendo que ella lo amó, que durante seseinta y un años su corazón fue de aquel joven comunista. Se fue sin saber que él, desde la cárcel, le había escrito poemas y miles de cartas que nunca le llegaron.

" Lola, mi vida. Ni te imaginas como te extraño. No te preocupes, estoy bien. Mañana por la noche vuelven a sacar otra partida y esta puede ser mi última carta hacia ti. ¡Ay Lola! La Luna no es tan bonita si tus ojos no la están mirando. No quiero que llores, no merece la pena. Nunca dejes que nada ni nadie pueda contigo y con tu sonrisa. Lucha Lola, lucha porque si la vida es lucha, el mundo... el mundo es nuestro Lola. No olvides nunca que te quiero y que moriré feliz.Te quiere, Dima."

Lola murió. Murió con una sonrisa en los labios, con los pulmones encharcados en nicotina, y lo más importante, Lola murió enamorada de Dima como desde el primer día.

Nazareth Ledo.



PD: Si queréis leer la parte del proyecto que me corresponde, no tenéis más que pinchar aquí!                                ->http://laviejauruguaya.blogspot.com.es/2012/08/en-nuestras-venas-corren-tinta-con-la.html

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